Las pocas instancias en que se ha
logrado sacar a la luz pública contrataciones “nebulosas” han creado en la
ciudadanía una reacción de indignación y coraje que se torna al poco tiempo en
resignación y termina en el olvido.  A mi
juicio, la razón por la cual se olvida es que la indignación generalizada que
sucede luego de conocerse del agravio surge y se ancla en ideales éticos y
morales que no proveen un marco de referencia claro y preciso contra el cual se
pueda medir dicho agravio ya sea en el ámbito administrativo, civil o penal.  No me malinterpreten, esta indignación es
necesaria y demuestra nuestra sensibilidad de pueblo ante actos perversos.  Sin embargo, al no existir un punto de
referencia claro, ni medidas concretas que intenten resolver el agravio o
evitarlo en el futuro, los ciudadanos se ven forzados a continuar con su vida
por lo que el coraje con el tiempo se olvida.
La falta de un marco o punto de
referencia también afecta la discusión pública que se da en los medios de
comunicación.  Esto, dado a que las
discusiones giran dependiendo de la fuente o la
persona que las ofrezca.  Peor aún, muchas
discusiones son cargadas de opiniones personales y subjetivas; ideas ambiguas e
imprecisas sobre cómo debe funcionar la gestión gubernamental; y especulaciones
sobre las actuaciones que dieron pie al agravio.  Esto torna la discusión en un “dime y direte”
pasajero y totalmente subjetivo que, a pesar de que ayudó a la indignación
general del pueblo, no resulta en un análisis del problema ni ofrece soluciones
a largo plazo.  Esto no es culpa de los
moderadores ni de los analistas, sino, más bien es causa de la misma falta de
claridad en la gestión gubernamental.  A
fin de cuenta, la gestión gubernamental, pero especialmente la que concierne a
la adquisición y contratación, es una caja negra que solo algunos privilegiados
conocen lo que hay dentro.
La gestión en la adquisición y
contratación gubernamental actual tiene el tipo de opacidad que solo el verde metálico
permite arrojarle luz.  Es irrelevante
discutir si su diseño – o falta de – es deliberado o planificado.  Pero sí es relevante e indispensable
establecer que la falta de transparencia y certeza – por la ausencia de
esquemas legales y regulatorios claros y robustos que rijan dicha gestión – lo
único que provoca es, a lo menos, la negligencia, ineficacia y despilfarro de
fondos públicos; y a lo más, el aprovechamiento ilícito y la corrupción.  Los procesos de adquisición y contratación de
las agencias de gobierno no pueden estar sujetos a la competencia,
interpretación, o conveniencia de los jefes de agencias de turno o
de los funcionarios de confianza plantados en las agencias, muchas veces por consideraciones
ajenas al mérito y la sana administración pública.  Por lo tanto, es vital comenzar un diálogo
sobre cómo podemos construir las estructuras legales y regulatorias que
permitan proteger los fondos públicos y cerrar los recovecos que permiten merodear
a los negligentes e incompetentes, así como a los oportunistas, en las arcas
del Estado; y que además evite que estos perpetradores se escabullen y rehúyan
de su responsabilidad.
A consecuencia de lo anterior y a
los fines de poner la acción en la palabra, me he tomado el atrevimiento de
sugerir unas medidas concretas que por lo menos den pie al diálogo objetivo de
este problema.  Obviamente, las premisas
que sustentan estas medidas no son discutidas en este escrito porque entonces
se tornaría en un libro.  No obstante,
muchas de esas premisas son de fácil deducción para los que están al tanto de
la historia y el quehacer diario de nuestro país.  Estas son las medidas recomendadas:
  1.  Los
    compradores del gobierno deben ser puestos de carrera en la gerencia intermedia
    que sean bien remunerados y que tengan la obligación de divulgar información
    financiera de manera periódica y pasar por un proceso de indagación al momento
    de reclutarse y posteriormente cada 5 o 10 años;
     
  2.  Crear
    los puestos de especialistas de compras que, sujeto a la supervisión de los
    compradores, ayuden a estos últimos en la ejecución de sus gestiones y
    obligaciones.
      Con estos puestos, además,
    se crea un
    pool o grupo de talento para el futuro reclutamiento en
    plazas de compradores;
  3. Crear
    un programa de educación continua que desarrolle las capacidades y destrezas de
    los compradores del gobierno y especialistas de compra; que amplíe y profundice
    en las leyes y normas de adquisición de bienes y contratación gubernamental;
  4. Crear
    un esquema regulatorio que asegure el desempeño de los compradores del gobierno
    mediante mecanismos correctivos y disciplinarios en el ámbito
    administrativo.
      Dicho esquema debe ser
    estándar a través de todo el gobierno, además de ser consistente en su
    aplicación; y debe estar subsumido en el ámbito y principios de las leyes y normas
    laborales;
  5. Crear
    un esquema legal que defina y establezca de forma clara las facultades y
    autoridad de los jefes de las entidades de gobierno y sus compradores para
    representar y obligar fondos del gobierno en la adquisiciones y
    contrataciones.
      Dicho esquema, además,
    debe establecer expresamente los principios básicos de (a) transparencia, (b)
    confiabilidad y certeza, (c) responsabilidad /
    accountability, (d)
    competitividad (calidad, precio y capacidad de proveedores), (e)
    desarrollo económico, y (f) la capacitación y educación de los profesionales
    envueltos en la adquisición y contratación gubernamental;
  6. Crear
    un esquema reglamentario que permita implementar los principios básicos y
    mecanismos de adquisición de manera consistente a través de todas las entidades
    gubernamentales de forma estandarizada.
     
    Esto permite delimitar en un solo cuerpo: (a) la gestión de adquisición
    y contratación gubernamental dentro de un marco claro y robusto; (b) otorgar a
    los compradores solamente la discreción necesaria para llevar a cabo sus
    funciones; (c) facilitar la administración,
    oversight y accountability
    sobre las adquisiciones y contratación gubernamental ya que permite enfocarse
    en los esquemas en lugar de acciones particulares o procedimientos distintos
    y/o fraccionados de agencia en agencia.
  7. Establecer
    un tribunal a nivel apelativo especializado y dedicado a resolver las
    controversias sobre contratación gubernamental y que sus determinaciones
    establezcan precedentes (sujeto a una posterior revisión del TSPR).
      Ello otorga consistencia a través de las
    entidades gubernamentales en la interpretación de las leyes, ayudando así a las
    agencias y compradores a delimitar su discreción.
  8. Crear
    un comité permanente e independiente que constantemente evalúe los esquemas
    legales y regulatorios de adquisición y contratación gubernamental, y que pueda
    hacer recomendaciones periódicas a la asamblea legislativa para mejorar y
    atemperar los esquemas.
      Estas
    evaluaciones y recomendaciones, además de la discreción del comité, deben estar
    enmarcadas y justificadas a la luz de los principios básicos establecidos en
    ley.
      Este comité no tendrá la facultad
    de intervenir en las contrataciones y adquisiciones de las distintas entidades
    gubernamentales y su único rol es robustecer los esquemas mediante sus
    evaluaciones y recomendaciones; además de desarrollar pericia y fomentar la
    discusión sobre los esquemas.
  9. Toda
    la información concerniente a los 8 puntos antes establecidos (excepto, por
    razones obvias, los datos personales de divulgación del punto 1) deben estar
    publicados en las formas y plataformas accesibles para la ciudadanía.
      

Obligar fondos públicos mediante
la adquisición y contratación de bienes y servicios solo debe recaer en manos
de personas profesionales, competentes y libres de reproche ético.  A su vez, es deber del gobierno establecer los
parámetros legales y regulatorios que viabilicen esta gestión y que fomente la
transparencia, responsabilidad y obligaciones de todos y cada uno de sus
componentes.  Por último, es necesario que
la ciudadanía exija el diálogo objetivo y deliberado sobre estos procesos que nos
permita finalmente tener un sistema de adquisición y contratación de excelencia
que sea compatible con los mejores intereses del pueblo.